Lergand
Lergand
Elfo
Nombre : Lergand Esmeralda
Escuela : La Torre
Bando : La Diosa
Condición vital : Vivo
Cargo especial : Mentalista
Rango de mago : Aprendiz de tercer grado
Clase social : Pueblo llano (antiguo cazador)
Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 26/05/2015
Edad : 28
http://www.latorre.foroactivo.mx/
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Después de una tormentosa y satisfactoria prueba del Aire estaba exhausto. La magia etérea, como bien comprobaría al recibir mi nota, tampoco fue una dificultad añadida (aunque unos buenos porrazos me llevé con los hechizos de vuelo). De nuevo la máxima nota. Llegados a este punto me sentía orgulloso, y creo que con razón. Mi afinidad con el elemento Tierra, dada desde mi nacimiento, y mi fascinación por la magia del aire ayudaron consecuentemente a mi nota. De eso estaba seguro. Cuando llegué a mi cuarto observé mi nueva túnica y el tercer libro sobre el escritorio. En una bolsa metí mi ropa, sin la túnica, junto al Libro del Agua. No perdería tiempo, era hora de estudiar. El agua se diferenciaba enormemente de los dos anteriores elementos. No tenía nada que me interesara especialmente. Era bonita, útil, hermosa...como toda la magia. No sentía un especial apego por ella, ni el interés suficiente como para que me resultara igual de fácil de dominar. Tenía que dedicarle más tiempo, empeño y concentración. ¿Y qué mejor lugar para practicar y estudiar la magia acuática que los baños?

Mochila a la espalda, subí hasta los baños, situados en la séptima planta. Entré, algo inseguro al principio. Entreabrí la puerta y miré su interior. Estaba vacío, no había nadie a la vista. Crucé toda la estancia hasta un lugar apartado e íntimo. No me avergonzaba de mi cuerpo desnudo, pero estudiar era algo que requiere concentración.

Me senté al borde de lo que, más que un baño, parecía una piscina. Era rectangular, de varios metros cuadrados. Me fijé mejor, y al otro lado había unos escalones donde podría sentarme con el torso fuera y la parte inferior bajo el agua. Me levanté y me dirigí hacia allí. Me desnudé y doblé mi túnica para ponerla junto al bordillo. Saqué el libro y lo posé encima de ésta. Entonces introduje el primer pie en el agua. Para mi sorpresa, estaba a la temperatura ideal (la que más me agradaba). Desde que llegué a la Torre todo está misteriosamente de mi agrado. La intensidad de la luz, la temperatura, la comida, el agua del baño... Supongo que uno de las ventajas de la magia son estas comodidades que nunca tuve la suerte de probar antes en mi vida. Introduje ambos pies y bajé un par de escalones, que me dejó el nivel del agua por encima de las rodillas. Me senté y noté las cómodas baldosas bajo mí. El agua cubría la mitad inferior de mi cuerpo, hasta por encima del ombligo. Tomé el libro entre mis manos, delgadas y morenas. Suspiré mientras contemplaba la portada del libro. Lo acaricié como quien acaricia algo muy valioso. Y sin duda para mí lo era.

Aparté la vista y me contemplé reflejado en el agua. Ya pasó la primavera, y mis cabellos dejaron atrás su antiguo color verde. Ahora era rubio. Un elfo bajito, de piel muy morena, ojos verdes esmeralda y cabello liso y rubio. Casi podía parecer humano, sin duda a más de una persona se lo había parecido. Si no fuera porque mis puntiagudas orejas (llenas de pendientes, uno de ellos de madera, el cual tenía desde hacía poco), mis rasgos afilados y delicados y mi voz me delataran.

Dejé mi ensimismamiento para pasar a tareas más importantes. “El Libro del Agua es una de las pocas formas que existen para dominar la magia del agua, aparte de haber nacido con...” Comencé a leer. Mas no duré mucho así. Estaba cansado de la prueba, tanto física como mentalmente. Cerré el libro y me eché ligeramente hacia atrás para contemplar el techo. El efecto de las luces de las velas de las paredes se reflejaban en el agua e iluminaba el techo, creando un verdadero espectáculo de luces y formas hermosas. Se me aceleró ligeramente el pulso, no entendía por qué, pero estaba nervioso. Me mordí el labio, casi hasta lastimarme. No surtió efecto. Y como es costumbre...comencé a cantar. Dos melodías, una más rítmica y grave, una por encima, más aguda, la principal. Era una canción sin letra, una canción que expresaba más sin palabras... “nostalgia”, “ruego”.  Los sonidos surgían de mi garganta, a la vez, a dispar, entonando diferentes sonidos al mismo tiempo, recorriendo el aire y llenando el ambiente con su música.


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