La Isla de Parr. Muchos siglos atrás fue colonizada por navegantes procedentes del Centro de Garnalia, llevando La Fe a aquella tierra. Después de múltiples guerras con los elfos se dejo como una especie de zona neutral. Por eso estaba regida por un consejo de todas las razas y religiones presentes en la isla de forma significativa. La religión nórdica, del Sur, de los elfos e incluso la de los enanos. Eso era algo que la Inquisición no podía tolerar. Debía conquistarse, los herejes purificados y debían crearse las estructuras necesarias para su defensa de contraataques elfos. Ademas, la isla era un buen punto de apoyo para invadir el Reino Elfico, con todas sus islas. Por eso estábamos allí, en aquel apestoso puerto. Por eso comandaba un ejercito combinado de la Orden de San Telmo, el Reino de Krom y voluntarios de la Fe provenientes de toda Garnalia. La ciudad no estaba muy alejada del puerto, pero estaba a una distancia justa para impedir un asalto marítimo. De sus gruesas murallas habían salido una delegación para negociar, encabezada por el obispo. Pensaron ingenuamente que eso me haría desistir y que todo quedaría en un encontronazo diplomático. Por eso cuando vieron como alzábamos las piras delante de las murallas y atábamos a todo los delegados, incluido al obispo, sabían que no tenían salvación y chillaban desde las murallas. Yo mismo prendí la pira del obispo, mientras varios de mis capitanes hacían lo mismo con las demás. Era la señal para las catapultas, que empezaron a lanzar piedras contra las murallas. Varias piedras golpearon las puertas, haciendo que saltaran astillas. Solo hacia falta un par de golpes mas y la puerta estallaría hecha pedazos. Entonces cargaríamos hacia ella y nos enfrentaríamos a una milicia pobre,poco numerosa y sin experiencia de combate. Era una de las desventajas de ser siempre neutrales, que no aprendías a defenderte. 

-¡Caballeros!-grite dirigiéndome a la masa de hombres que estaba esperando la orden clave-¡Hoy damos un paso mas hacia la erradicación total de la herejía en el mundo!¡Puede que salga alguien portando símbolos de la Fe a combatirnos!¡Si es así, no dudéis!¡Es un hereje también!¡Ha sido corrompido por los cultos paganos que permitió asentarse en esta isla!

Un estruendo sonó a mi espalda. La puerta había caído. Teníamos vía libre a la ciudad y solo unos pocos arqueros nos acechaban desde las murallas.
Alce mi martillo de guerra y lo hice girar sobre mi cabeza varias veces antes de lanzarme a la carrera. Parr seria nuestro.

-¡Emboscada!-grito un soldado de la vanguardia.

Las flechas llovieron sobre nuestras posiciones, pero afortunadamente la mayor parte de mis hombres se cubrieron con sus escudos. Los voluntarios,en cambio, cayeron casi todos los que estaban en vanguardia. Pobres valientes. Se sentarían a lado del Señor por su sacrificio. Entonces nos atacaron por todos los lados. Eran bastante menos que nosotros, pero en las calles pequeñas como las de esta condenada ciudad los números no eran tan importantes. Ademas, querían encerrarnos por detrás. Debíamos salir de allí, a campo abierto. Fui avanzando de nuevo hacia la puerta con el martillo en alto para que todos lo vieran y me siguieran. El frente era un caos, pero el que los voluntarios hicieran de escudo era una ventaja para los soldados que se cubrían con sus escudos. Llegue a la retaguardia, que se preparaba para recibir la carga de los enemigos. Entrecerré un poco los ojos y lo vi. Magia. Armas y armaduras encantadas. Malditos magos. No hacían mas que confirmar que esa tierra necesitaba una purificación. Habia una forma facil de contrarestarlos.

-¡Capitanes de San Telo!-girte para aquellos mas duchos en el manejo de las armas y equipados con la poderosa piedra de Dios. No eran mucho, pero serviría.-¡Cargar hacia el puerto!¡Arqueros, apuntad a la cabeza!

Las flechas volaron tanto hacia los enemigos que estaban fuera como  los que estaban dentro. Los arqueros eran protegidos por los guerreros de escudo largo mientras  cargaban otra flecha. Poco a poco, fuimos saliendo todos de la ciudad.

Los arqueros volvían a la carga y esta vez protegidos por magos. Malditos herejes. Hice una señal con el puño, que fue transmitiéndose por toda la formación. Aunque tarde para algunos, todos alzaron sus escudos en los lados y por encima de su cabeza formando un muro de escudos. Mientras, la vanguardia dirigida por mi estaba cada vez mas cerca de la fila enemiga. Ahora era nuestro turno de causar bajas.

-¡Martillos!-grite al tiempo que toda la primera fila nos agachábamos

La segunda y tercera fila arrojaron un mar de martillos arrojadizos que volaron hacia la fila que nos impedía volver al puerto. El resto de la expedición avanzaba lenta pero segura desde las murallas. Habíamos abandonado la ciudad. Algunos, sobre todo de la primera fila parecían algo "adormilados". Habían sufrido heridas,pero no eran tan graves a menos que....Veneno. Eso tenia que ser. Les habían envenenado. Ahora si que me habían enfadado. Con un grito como nunca antes había salido de mi boca resonó por todo el campo de batalla, llenando de vigor a mis hombres que cargaron con mas fuerza.

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El Padre Claudio contemplaba la escena bastante preocupado. La ciudad no había caído y parecía que el ejercito quería retirarse, siendo interceptado por mas atacantes misteriosos. Quería ir a ayudar, pero tenia la misión de guardar los suministros y las catapultas pesadas no tenían tanta precisión como para no dar a los propios inquisidores. Solo quedaba una opción.

-¡Cargar los scorpiones!-ordeno a los artilleros.

Estos procedieron a cumplir la orden justo cuando un grupo de encapuchados irrumpió en el lugar donde se encontraban las catapultas. Claudio y la guarnición se prestaron rápido a proteger a los artilleros. Varios habían caído ante el ataque enemigo.
Los largos escudos se fijaron frente a los asesinos, que acababan de perder el factor sorpresa. Aun así la pequeña guarnición no era infalible, pero los marineros de los barcos ya acudían en su ayuda armados con alfanjes y arpones.

La situacion en los muelles no era buena, pero tampoco desesperada. Simplemente eran mas y bastaba. Los marineros, ahora librws de tener que ayudar a las catapultas, corrieron a los barcos a extingir el fuego mientras los guardias y artilleros hacian lo propio con los suministros y catapultas. No se podrian salvar todas, en especial las mas grandes, pero los scorpiones rapidamente estuvieron listos y empezaron a disparar. Las bajas habian sido importantes, hasta el Padre Claudio estaba siendo atendido de una herida muy fea. Los asesinos tambien tuvieron bajas, y sus heridos empezaron a amontonarse a un lado para antenderlos despues de los inquisidores.



Estaba concentrado. Toda mi ira era descargada con mi martillo y barria a aquellos que se interponian en mi camino. Ya veia el camino al puerto libre por la pequeña brecha que habia abierto,pero el enemigo maniobraba para terminar el cerco. Ya habia renunciado a Parr, pero San Telmo no seria aniquilado alli. Un dia amaneceria sin herejes, pero habria que esperar para verlo. Volveriamos y no dejariamos una sola piedra. Los matariamos a todos, herejes y fieles. Ya los juzgaria Dios. Me volvi hacia atras para ver la situacion. Habia dos golem enemigos siendo atacados por expertos en martillos y explosivos mientras los cubrian los arqueros. Debiamos retirarnos ya.

- ¡Retirada!¡Todos a los barcos!

Parte de mis hombres habían quedado rezagados y rodeados. Allí encontrarían una muerte gloriosa en nombre de Dios, pero aun así no lo permitiría. Había muchas batallas por delante y no sobraban hombres precisamente. Le rasgue parte de la túnica a uno de los voluntarios que huía y la alce en alto. Era blanco.

-¡DETENEOS TODOS!-resonó mi voz a través del campo de batalla, escuchándolo desde las murallas hasta los barcos.

Avance con determinación hacia la primera linea de enemigos mientras me despojaba de mi martillo, cuchillos y otras armas y sostenía en alto el pañuelo blanco. Todos me miraban, posiblemente pensando en acabar conmigo ahora que estaba desarmado. Podían intentarlo e incluso conseguirlo, pero podría llevarme a bastantes por delante antes de caer muerto. Eso no les convenía, pues entonces mis hombres recuperarían toda la moral y los destruirían.

-¡Quiero hablar con el lider de este ejercito y con el alcalde de Parr!

No podían negarse. No si quedar bastante mal.

-Si aprecias tu vida harás bien en escuchar,anciano-le dije al alcalde-Pues el trato que voy a poner encima de la mesa es el que hará que tu no veas mas barcos de la Inquisición acercándose para arrasar esta tierra.

Mi voz era fuerte y segura, a la vez que intimidadora. Puede que me hubieran ganado la partida, pero no los creía tontos. Sabían que volvería y entonces no dejaría nada para el recuerdo. Ese ejercito no era de allí y no les protegería siempre. Los mercenarios nunca lo hacían.

-Os doy dos opciones:Uno, permitir que nos vayamos todos al igual que recuperar a nuestros muertos a cambio de tener paz durante no menos de veinte años.Dos, retener a mis hombres y acosarnos hasta nuestros barcos y en veinte días traer a vuestras costas a toda la Inquisicion. Desde San Abaco hasta San Zurriaga pasando por San Virgilio y San Yago. Vosotros decidís el tiempo que tendréis de paz. Veinte años o veinte dias.

Estaba hecho. Había pecado de soberbio y por ello había perdido. Ahora les tocaba ellos. Una parte de mi deseaba que rechazaran los terminos.

-Conozco bien las reglas de enfrentamiento,elfo.-gruñí al líder del ejercito enemigo.-Podéis ir a por ellos cuando queráis. El combate ya ha acabado. Lo juro por Dios.

Había tenido que hacerlo. Lo mas sagrado para un creyente, poner al Padre de testigo. Así me aseguraría que aquellos que murieron en su nombre tuvieran una morada en tierra santa hasta que llegara el Juicio Final. Pase al lado de la comitiva y agarre al muerto mas cercano.

Un tiempo después


Los barcos estaban cargados con los suministros, el material y los heridos. Era hora de que el resto embarcáramos. Los milicianos lo hicieron en tropel,mientras que mis soldados y los de San Telmo lo hicieron en orden militar. Otro problema a resolver la próxima vez. Por que habría próxima vez, estaba seguro de ello. Camine el ultimo por la pasarela y justo antes de llegar al barco me gire.

-Volvere