Finalmente llegaron a la Torre. Llegó primero Ankris que iba con Alex, herido e inconsciente, en el caballo, y los seguía desde no muy lejos Rurik, montado en su caballo, que le había pedido al caballo de Alex que les siguiese, mediante el hechizo que usó para hacer que su caballo comenzase a galopar.

Apenas perdió tiempo en guardar a los caballos en sus respectivas cuadras, pues los dejó en las caballerizas y ayudó a Ankris a subir a Alex hasta la enfermería. En ese momento, maldijo que la escuela de magia fuese una Torre y no una estructura menos... vertical. Murmuró algunas palabras en su descontento mientras subían las escaleras hacia la enfermería.

Al llegar, tendieron a Alex en la cama. Posiblemente, lo primero que deberían hacer era buscar a alguien de algún grado superior que tuviese algo de conocimiento sobre los hechizos curativos, aunque no sabía si se encontraría a alguien. De hecho, la enfermería estaba vacía, nadie se había graduado (o herido) desde hace bastante tiempo.

Rurik no sabía qué hacer. ¿Buscar algún mejunje o ungüento o pócima milagrosa entre las estanterías y armarios? ¿Correr por los pasillos buscando a un aprendiz de grado superior, o a algún mago consagrado? Soltó un suspiro, y masculló "Sveinnsbrystvar"¹ y apretó los labios. Luego se acercó a Alex, y extendió las manos hacia él, dejándolas a unos centímetros sobre su cuerpo, y cerró los ojos. Había recordado un hechizo que vio mientras curioseaba el libro de la Tierra. Nunca tuvo oportunidad de usarlo, ni la necesidad, por lo que no sabía si le iba a funcionar.

En un momento dado, volvió a hablar.

—Ænnkris, ayuda.

No se dio cuenta de lo ambiguo que podía llegar a ser aquel mensaje. ¿Lo interpretaría como una petición de ayuda con el hechizo que iba a lanzar, o iría a buscar ayuda, a alguna persona o alguna poción de las estanterías? Frunció el ceño, y pronunció el hechizo.

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¹Por las tetas de Svea

Tras que Ankris cerrase la puerta de la enfermería, Alexander miró a Rurik. Le habló despacio, lo cual agradeció, lo que le daba más tiempo en pensar en sus palabras e intentar averiguar qué querían decir aquellas que le resultaban desconocidas. Si entendió bien, le había dicho que debía volver a su tierra natal. Supuso que se refería a la tierra más allá del mar, donde vivían los elfos, un lugar que se le antojaba extraño y misterioso. Tenía que irse, y, por tanto, dejar sola a Ankris. Alex le pidió que le hiciese compañía a Ankris.

Rurik asintió lentamente, un tanto ensimismado, pero ante la pregunta del hombre, sonrió y respondió.

—Sí, sí. Claro.

Mientras los dos tórtolos se achuchaban, Rurik se dedicó en acabar su comida. Pese a la ayuda de Ankris durante el hechizo y el sueño reparador, aún se encontraba exhausto. Y un poco malhumorado por aquello de haberse despertado hace relativamente poco, aunque no venía al cuento. Ambos se sentaron y se callaron, Rurik continuó comiendo; ellos parecían haber perdido su apetito. Acabó su bol de estofado, y, pocos segundos después, Alexander volvió a hablar.

Propuso subir a las... ællmänas, o lo que Svea quisiera que fuera esa palabra. Con tan solo oír la palabra "subir", a Rurik le recorrió un escalofrío. A Ankris le pareció gustar la idea, puesto que asintió con la cabeza enfáticamente. Rurik, por su lado, se encogió de hombros.

—Creo que yo no... Estoy cansado —para acentuar sus palabras, señaló a Alexander y luego, con los dedos, trazó una línea repetidas veces sobre su abdómen. Esperaba que entendiesen el mensaje—. Muy cansado— añadió, orgulloso de si mismo, en parte por haber salvado, junto a Ankris, a Alex, y también por recordar cómo era el superlativo garnálico—. Ya no tengo hambre. Ahora duermo de nuevo, ¿bien?