\En mi semi-inconsciencia, una frase sonó en mi cabeza: "El viento siempre vuelve a soplar"/

Llegué tarde cuando mataron a Lord Strord y había llegado tarde también para rescatar a Shewë. Vi su cadáver tirado sobre el suelo, y no pude evitar que se dibujara en mis labios una mueca de repulsión; ¡era casi imposible reconocerla, todo corrupción, todo ponzoña! Estaba allí, en el juzgado en el que había servido tantos años, siempre vistiendo su túnica dorada... Tal vez hubiera cometido errores, pero había sido mi compañera, una archimaga del Concilio y una sirvienta de la Diosa.

Caí sobre mis propias rodillas, todavía impresionada, y negué con la cabeza, en silencio. Todo el juzgado estaba destrozado, había sangre y huesos en el suelo...

—Maldito seas, Felix Vonturin —mascullé—. Maldito seas...

¿Y alguna vez había podido creer alguien que aquel monstruo era mi hermano? Rocuv mencionó al Dios y a la Diosa, pero ya no lo estaba escuchando. Tan solo pensaba, frente al cadáver destrozado de Shewë y entre el olor nauseabundo de la muerte, en todas las formas en las que podría haberlo evitado, como pude haber evitado que muriera Lord Strord. «Siento que nunca llegara a tiempo a los lugares apropiados».

No lloré, mis ojos permanecieron secos. Giré la cabeza cuando Rocuv habló, y vi que se había cortado, e hizo un juramento, y no era un juramento cualquiera.

—Yo tampoco descansaré hasta que mi reino esté libre de toda amenaza —musité.

Utilicé mi magia para que levitara el cuerpo de Shewë. Lo mínimo que podía hacer por ella era ofrecerle un entierro digno, un funeral que hiciera justicia a todos sus años de servicio. Después vi cómo Rocuv se desplomaba sobre el suelo, tras hacer el juramento. «No debí haberlo dejado venir conmigo, estaba muy cansado...».

Me arrodillé junto a él; estaba bien, solo necesitaba descanso.

—Gracias —dije, aunque no sabía si me estaba escuchando.

Después contemplé el espectáculo desolador que se extendía a mi alrededor, los destrozos del Juzgado, el ambiente sobrecogedor, la muerte, la tristeza...

No podía hacer nada para cambiar lo que ya había tenido lugar, pero sí debía centrar todos mis esfuerzos en proteger al Reino Élfico, a mi pueblo, de todos, todos los males, y no correr nunca más riesgos innecesarios. Y sabía que podría contar con la ayuda de Rocuv para ello.